jueves, 18 de junio de 2009

El Llanto

¡Aaaaaah! El llanto… hacía taaaaanto que no lloraba ¿Años? Había “moqueado” un par de veces, “lagrimeado”, pero ya no recordaba los efectos liberadores y relajantes del llanto. Aún hoy, después de varios días de haberlo experimentado, sigo disfrutando y saboreando la sensación angustiante y plena de una noche de lágrimas a “rinda suelta”. Lloré ¡Siiiii! Lloré, lloré lágrimastrozosdealma, lágrimas viejas y nuevas, decantadas y saladas. Lloré mucho, no en silencio pero sí sola, lloré conmigo para mí hasta quedar dormida, un poco por cansancio, un poco porque sin saberlo de pronto calló mi llanto, por necesidad o porque ya era tarde, me dolían los ojos casi igual que el propio corazón. Lloré sin pena y sin tropiezos, sin tiempo, sin razón por tantos motivos juntos, encima unos de otros, y quizá también lloré por el dolor-satisfacción de sentirme VIVA…

Disertación breve sobre El Arte de Llorar.

A veces pasa –le dije–, a veces pasa y entonces, pasamos, pasamos sin ser vistos, de un estado a otro o de un sitio a otro aunque ese nuevo lugar signifique un nuevo estado de ánimo o un nuevo amanecer o un despertar justo cuando la luna está más bella que nunca allá tras la ventana. Cuando estoy triste también camino o recurro al café y al chocolate. Sin embargo, hace poco entendí que también es posible disfrutar mi tristeza sin estancarme en ella y, como el ave fénix, renacer. Te diré que un día por decisión o impotencia desaprendí el arte de llorar y dejé de permitirle a mis ojos escupir lágrimas, las consideraba inútiles y hasta una pérdida de tiempo aunque reconozco que, a veces, las he necesitado y buscado desesperadaesperanzadamente.

Si al nacer lo primero que hacemos es llorar entonces ¡Lloremos! Lloremos cuando nos den ganas, cuando sea necesario, incontenible. Contamos con la instalación completa para hacer uso de un efectivo mecanismo para el autodesahogo, una vía para liberar sentimientos estancados, astillas del alma, corajes inesperados, amores fugaces, desamores intensos, profundas desilusiones, alegrías inmensas que nos desbordan o tristezas que nos desbarrancan por abismos interminables.

Me dices, que hay veces en que no te caes ni bien ni mal, entonces estas en paz. Siéntete afortunado pues hay quienes mueren sin haber conocido la paz sino hasta el momento antes de su muerte. Hay otros que logran experimentar esa misma paz después del llanto pero aún si en apariencia no hay motivo alguno para estar alegre y abandonar la tristeza es posible buscarlo o inventarlo. Yo lo hago y, de vez en cuando, hasta me la creo, de lo contrario te tengo a ti y a otros buenos amigos que me escuchan y me ayudan a retomar y reorientar mi vida, amigos y amigas que aun contando en esta vida los mismos años que yo son más sabios y más honestos.

Efectivamente llorar es un arte –me dijo–, el arte de desahogar el corazón, cuando ha llovido tanto que está anegado. Por lo regular las personas solemos caer en los extremos y lloramos por todo, sé de personas que tienen crisis de llanto incontrolable que duran varias horas (noches enteras llorando sin parar) o no lloramos ni aunque nos bajen al centro mismo del Averno (Tú y yo somos más de esta línea). Por eso digo que llorar es un arte, porque no sólo basta con llorar, sino hay que saber hacerlo para que el llanto sea efectivamente redención, para que sea libre y puro, sin contaminación de nosotros mismos, sin esperar nada a cambio. Yo he llorado mucho y también he contado con amigas y amigos que me enjuagaron las lágrimas y me acurrucaron en sus hombros para sostener mi llanto. Muchas más lágrimas enjugué solo en mi habitación, muchas, muchas más; hasta que se acabó el llanto y empezó el cansancio. Entonces, después del cansancio, llegó el descanso.

Recuerdo que yo aprendí a no llorar, a no llorar ni por la muerte de gente amada, pero las lágrimas reprimidas pesan doblemente porque se quedan en el corazón, se evaporan y con el tiempo queda la sal y esa sal que no sacamos con las lágrimas se va depositando como la arena en el zapato y escuece primero al alma, después al cuerpo. Un día limpié la sal y reaprendí el llanto en su modalidad más pura. En su libro "Canek", Ermilo Abréu Gómez dice con una voz que es suya pero no es suya “Nunca tengas miedo de tus lágrimas… las lágrimas siempre caen de rodillas". Las lágrimas, cuando sinceras, son humildes, no pesan, no amargan, no agachan la cabeza.

Yo también buscaba motivos para estar alegre, para no estar triste. Ahora que he atravesado procesos muy duros, morí por lo menos un par de veces, pasé por infiernos y manicomios hasta que encontré lo que me hacía huir, encontré la primera tristeza, el primer dolor, y me di cuenta que la pregunta tiene truco, un truco muy grande del que surge el autoengaño: ¿Por qué busco motivos para no estar triste? ¿Por qué, en inicio, estoy triste? ¿Por qué NO debería estar triste? y finalmente ¿Por qué debería estar alegre?

No me atrevería a decir más que tibias citas a los libros que he leído y a las enseñanzas que he recibido de mi maestro y de los monjes antiguos, pero creo sinceramente que hay un camino para estar en paz, y que es el camino que nos lleva de vuelta al origen. Cada quién encuentra su modo, su camino, cuando es sincero y deja de huir de sí mismo. Otra cosa que creo es que no vale la pena desesperarse o anhelarlo, porque hasta Siddhartha, el Buda Shakiamuni tuvo que iluminarse, tuvo que trabajar fuertemente en su interior para descubrir en él estas verdades, esta condición original. El mismo nazareno, Jesús, tuvo que andar a tientas (o más o menos) treinta años de su vida para poder caminar con dignidad los últimos tres. Ningún hombre, por más grande o más dios que haya sido, nació libre del sufrimiento. Repito, Ninguno. Todos hemos actuado desde nuestra baja autoestima, todos cargamos nuestras ilusiones, nuestra autodefinición a cuestas.

En fin, de todo ello concluyo, efectivamente, que no hay una sola razón verdadera por la que debería estar triste ni alegre. La tristeza y la alegría son simplemente emociones que reflejan un estado de ánimo en particular, no deberían por sí mismas definir el espíritu de una persona, sino al contrario, es el espíritu lo que se manifiesta a través de las emociones. Por eso para mí es importante ser congruente con mis emociones, por eso trabajo para que sea mi espíritu el que se manifieste, no mi pequeño ego. No creo ser ni más sincero, ni más sabio, ni más nada que tú, pero me gusta compartir contigo estas visiones y las que tú compartes conmigo.

Blancarolando Rolandoblanca
Méxicoespaña Barcelonachilpancingo
Uno más uno = lo mismo, nunca solos, nunca.