viernes, 3 de julio de 2009

El día que crecí

Y es que uno no crece así nomás de golpe de la noche a la mañana, como tampoco un árbol da fruto de un día para otro aunque eso sí, árbol que crece torcido sirve para columpio. Decir que un día cumplí cincuenta años, que un día dejé de creer o que un día dejé de fumar se dice pronto pero lleva su tiempo, como el arroz y si no se vigila el proceso se bate y uno, como se dice allá en los Bogotás, corre el riesgo de mearse fuera del tiesto, pero ¿qué decía? Ah sí, que no se crece de golpe pero si a golpes, los que te va dando la vida y también uno que otro vivo.

Del bar a la cama

Estamos solos acompañados de otras soledades iguales o más profundas ¡Quién supiera lo que hay detrás de esos corazones celulares en manos ansiosas portadoras de mensajes mentiras! Transformadores de rostros con sueños realidades que alimentan con frases tan eternas como etéreas y aquí estoy yo, solo en la esquina de siempre del bar de siempre, a un lado la barra y sus interminables inolvidables sonidos, el whisky cayendo sobre el hielo, la licuadora mezclando decantando anhelos, el choque encuentro de dos vasos uniendo deseos separando personas que están sin estar, pero de todos el sonido sabor que más disfruto es el de la espuma de la cerveza cuando sale del barril ¡Liberándose y liberando! el humo llena mis pulmones y el aire que me rodea, la chica de enfrente me sonríe da un sorbo a su Martini pasea su lengua sobre el labio superior, pero llama mi atención y la sangre el chico que está a su lado, cómo mueve su cuerpo al ritmo de la música que sale de las pantallas colocadas en cada esquina. Se para al baño, en mí algo también se levanta y entonces lo sigo, me pongo a su lado tan cerca que puedo oler su loción, suena su celular, lo sacude y se va sin percatarse de mi presencia deseo ¿Olvidé subir la bragueta o simplemente me dio igual? De vuelta en mi lugar él se ha ido pero la chica no, le dirijo una mirada, sonrío, levanto mi copa: el ron de moda y cola. Ocupo el asiento que quedó vació junto a ella, intercambiamos nombres, frases hechas, caricias, besos, fluidos. Me dice que comparte depa con dos amigos. Llegamos, me vine, salgo del cuarto a media luz para usar el baño al fondo del pasillo, de vuelta a la habitación percibo en el aire su olor ¡Ese olor! Ambar gris y menta, fuera de mi o inmerso en todos mis sentidos abro la puerta, todo está oscuro, entro en la cama siento su cuerpo tibio, rozo a penas sus labios y evoco la imagen del bar, acaricio su espalda desnuda al tiempo que beso su cuello, sus piernas se enredan en las mías mis manos en sus nalgas, con mis dientes muerdo sus pezones, deslizo mi lengua por su pecho y me detengo en ese pequeño orificio a mitad del vientre, mi boca busca bajar más pero no se lo permite, mi mano sigue su camino y de mi mano un sólo dedo es suficiente para escuchar pequeños gemidos de placer reprimidos ¿Cuánto tiempo? Se abren sus piernas y al mismo tiempo la puerta dejando entrar la tenue luz del pasillo “Al ver que no volvías te busqué”, dijo ella llorando y se fue.