miércoles, 9 de febrero de 2011

Abue Catita

Ya todos conocen esa mi –mala– costumbre de andar por la vida y por la web, con mis penas y alegrías a cuestas, pues bien, esta vez les escribo porque se cierra un ciclo muy importante en mi vida con la reciente pérdida de mi abue Cata quien no fue cualquier abuela, no, fue una mujer maravillosa, pilar (como muchas mujeres) de una gran familia y figura clave en mi vida, si, de esas que dan cimiento a la Blanca soy ahora…


Febrero de 1918, nace en Zirándaro, Guerrero, Catalina Ramírez Cadena, esposa fiel de don Alfonso Flores Carranza y madre de siete hijos: Aurora, Galdino, Jorge, Delfina, Norma Hilda, Gloria y Salvador. Todos ellos hombres y mujeres de bien.
A sus 87 años, doña Cata llegó a tener un total de 24 nietos y 16 bisnietos. Le sobreviven, también, su amada sobrina Lety y Poncho, quienes llegaron a ser para ella una hija y otro nieto.
De piel morena, larga y abundante cabellera (que todos los días trenzaba), de carácter firme y alma noble, esa era mi abuela. Hace mucho que extraño, además de su voz, su atole de arroz y ese otro de pinole con ciruelas secas, sus caldos de pescado y la pulpa de tamarindo con que nos deleitaba a los nietos.
De una u otra forma, ella fue el origen de mi propia existencia que estará ligada siempre a esta tierra, pero aunque su cuerpo nos abandone me queda su aroma y muchos recuerdos: Ranitas amarradas a un cordón, el agua fresca de la cántara; Navidades con “casa llena”, largas mesas y pasillos llenos de camas por las noches y llenos de vida durante el día; el “cuarto verde” del fondo, ese al que nos estaba prohibido entrar, lleno de santos y de misterio; Sábados de Gloria con mucha agua, veranos en el río, risas y caídas alrededor de las hamacas, piquetes de alacranes y de mosquitos, tamales dulces y chorizo, “bolis” y mangos verdes… tantos recuerdos que nacen con Cata pero que no se van con ella.

Madre tenaz
Franciscana devota
Abuela adorada

¡Que mi llanto inunde el Balsas este día pero que tu alma no trunque su viaje! Vete tranquila “mi chula”, encuentra la paz y el descanso eterno. Tu labor aquí terminó, nos toca el tiempo de seguir tu ejemplo.

La próxima vez que entre en tu casa, abuela, me vas a hacer falta… Me acostumbré a tu callada presencia ¿Me acostumbraré, también, a tu inevitable ausencia?

¡Te quiero mucho abue Catita!

“La Blanquis… tu Blanquis”

Abril 13 de 2005, Coyuca de Catalán, Guerrero.