lunes, 14 de febrero de 2011

La vida pasa y nosotros con ella

La vida pasa y la gente pasa con ella. Esa es mi premisa y sólo eso tengo, no puedo retener conmigo a ninguna de las dos, ni siquiera un instante ni siquiera a una persona. No puedo y no quiero porque de hacerlo ¿qué razón de ser tendrían los ritos de renovación? Creamos dioses y los destruimos después de haberlos adorado, nos enamoramos y nos desencantamos todos los días de tantas cosas pero el amor, por si mismo y en cuanto amor, es eterno y un hombre enamorado de la mar –queandasolo– es un hombre para amarse una sola vez con absoluto derroche y luego dejarlo ir y no esperar que vuelva nunca porque las olas sólo traen cadáveres corrompidos.

No pasa lo mismo con las palabras, esas son eternas y en ocasiones subestimadas en su poder para cambiar las cosas. Ninguna palabra es inocente y todas llevan dirección aunque quien las diga lo desconozca. Si tú no me hubieras enviado tu descripción de ti para ti yo no habría cambiado la forma en que ahora te veo. Habríamos comido, bebido y platicado tan a gusto como lo hicimos hoy pero sin rozar las manos, sin encontrar las bocas, nos habríamos despedido con el mismo gusto de antes e igual te habría regalado el libro (regalar libros es siempre un gusto cuando sabes que son bienvenidos) y después cada uno habría seguido su camino sin esperar nada y esperar nada es bueno porque entonces todo lo que llega es ganancia.

Y si yo no hubiera sido tan atrevidamente sincera al decir que literalmente “me enamoré de ti” (asumiendo que leerías mi correo) tampoco hubiera pasado nada, pero pasa que yo deseaba que pasara porque no me gustas tú (de ser así habría puesto más atención en ti y no en las paredes de tu depa), me gusta quien eres, me gusta tu cabello, tu mirada (esa si me ha gustado siempre) y ahora me gusta también tu boca y pasa también que no conozco a los hombres pero se que algunas palabras les causan cierta “comezón” y al respecto sólo puedo decir que no te preocupes todo es parte de jugar el juego de la vida, ganar y perder son hechos que inevitablemente se suceden, no se contraponen, se complementan, se enriquecen uno del otro y, siempre, van de la mano.

Si mañana te veo yo gano y si después te vas, pierdo, pero en el balance final siempre se incrementarán mis ganancias como la entropía en el universo. Y tal vez porque te vas quiero estar contigo y estar contigo es sencillamente eso “estar contigo” pero no necesariamente “coger contigo” si pasa si no pasa igual tan sólo estaré contigo así que no te sientas obligado a nada ni siquiera a estar conmigo.


Te llamo como a las dos de la tarde.


*

La promesa rota

Y ahí estaba yo, sola, esperando des-esperanzadamente. Aún recuerdo que, con el ramo en mano, con la promesa rota, la novia aguardaba en el atrio del viejo templo franciscano cuya fachada ostentaba una grieta como la que embargaba su corazón, partido al saberse traicionada. Cuántas veces lo habíamos platicado, ella estaba segura que la amaba con veneración.

Días antes de la boda escuché decir a mi madre:
–¡Esa unión es un absurdo! Dejaré de llamarme Inés si no logro hacer algo para impedirla– Sólo palabras, pensé. Continuaron los preparativos, los novios hacían planes de una vida juntos: Después de la Luna de Miel en Clipperton se mudarían a la vieja casa de la abuela en el centro de La Condesa, el mejor arquitecto de la ciudad estuvo a cargo de la remodelación. No es la colonia de moda pero desde niña, cuando visitábamos a la abuela, quedó en mí el deseo de habitar sus calles.

–¡Antonio! –dijo Inés– Venga acá un momento. Antonio titubeó y caminó directo al salón en donde se encontraba ella y a una seña suya se acomodó en el sillón de enfrente.
–Usted y yo sabemos –continuó– que las diferencias de cuna son siempre insondables. No pretenderá, entonces, continuar con esta insensatez. Establezca una cantidad, la necesaria para alejarse de Martha de una vez y para siempre. Mi marido me dejó, además de mucho dinero, la enorme responsabilidad de velar yo sola por el bienestar de mis hijas. Medítelo, lo espero aquí mañana.

Al salir lo noté tenso, lejano, pensativo. No escuchaba lo que yo decía y sin embargo accedía a todo, incluso a mi propuesta de casarnos en el Centro Histórico, en la misma iglesia que mis padres. A pesar de que no me acompañará papá en tan importante ocasión sé que se sentiría orgulloso del hombre que ahora me acompaña y que, al igual que él, se casa sin nada pero con el mismo brillo en los ojos.

–Hija, ya es hora. Debemos dar inicio a la ceremonia ¿Dónde está el novio?
–Lo mismo me pregunto yo padre. Nadie sabe nada o nadie quiere ser el primero en decir lo que es obvio para todos.

Antonio no llegó al día siguiente, ni al siguiente, pero una semana después se presentó –Vaya que le tomó tiempo decidirse señor Carranza. Tome asiento, no tarda en llegar mi abogado. En el estudio, a puerta cerrada, tres figuran discutían, sobre papel, el destino de una cuarta que, ignorante de lo que pasaba, era, en ese momento, inmensamente feliz.

Ya han pasado varias horas, nadie sabe cuántas. En la iglesia, desde la entrada en penumbra, el párroco la observa con piedad cristiana. Martha permanece de pie, el ramo en mano, ninguna lágrima, la mirada perdida, busca, espera –¡Mamá!– grita una niña –Tengo hambre, ya todo el mundo se ha ido ¿Qué esperamos? Vámonos también nosotras. Era la voz de Carmelita, mi hermana, tiene razón ¿Qué esperamos?

Ojalá esté usted consciente de que, con o sin dinero, no hay vuelta atrás –le dije– conoce las consecuencias si el día de la boda se presenta ante mi hija. Sin explicaciones ni despedidas.

Es mejor así comadre, dejemos al tiempo la tarea de olvidar –¡Niña! Nos iremos cuando nos tengamos que ir ¡Vayan a jugar a otro lado!

En un rincón, desapercibidos, dos hombres observan la escena:
–¿Has visto? Pobre muchacha.
–Una vez más, el novio no llegó.
–Es la misma del mes pasado sólo que ahora se le ve más serena.
–Claro que no, aquella era menos morena y más bajita.
–Tienes razón ¿Y la botella?
–Se terminó.
–¡De nuevo te la acabaste!
–¡Mira! Ya se van.
–Anda, pídeles algo pa’ pasar la noche.

La curva sigmoidea.

Hace casi doce años, en la H. Facultad de Química de la UNAM, conocí por accidente –como se conoce siempre a la gente importante– a Maurizio con “z”, alto, delgado, cabello castaño y tez clara, cuya barba iba y venía de acuerdo a la estación del año y a su ánimo frente al espejo. Nos topamos en la vida como en el pasillo de “la perrera”, en las jardineras, en los laboratorios y en las porras del voley.

Después coincidimos en una fisicoquímica que los dos estábamos recursando y asesoramos juntos a un grupo de cálculo y, a pesar de que no hemos caminado siempre uno al lado del otro, estuve ahí sin estarlo cuando murió “el chino”, en sus juegos de rol y en sus penas de amor y desamor tanto como él lo ha estado en las mías.

Tras varios encuentros y desencuentros recibí, recientemente, un correo que decía más o menos así:

Asunto: Chelas pa’l Taz
Fecha: Wed, 8 Jun 2005
Hola a todos. Espero estén muy bien. Como muchos de ustedes saben, Taz se va a Francia el 30 de junio y no sabemos si volverá... Por lo que se arman las chelas en casa de Arturín (domicilio conocido por todos ustedes) el día viernes 17 de junio a partir de las 8 de la noche...

[Sonrisa: Imprimir – Cerrar ventana]

La noticia me dio gusto, la invitación para estar, una vez más, con él no podía echarse en saco roto, pero me sentí más feliz cuando supe que entre las chelas y el viaje a Francia estaba programado su Examen de Grado. De eso me enteré en el depa de Uxmal, entre cuatro paredes con mucha vida y grandes historias y en cuyos rincones se encuentran, además del polvo, las imborrables huellas de los inmortales.

Ya en la despedida (en los mismos 64 metros cuadrados en donde han llegado a entrar más de ochenta personas) dieciocho vidas coincidimos en torno al amigo que se va. Sonrisas, abrazos, brindis, fotos; una pieza de baile (la primera) y hasta una que otra lágrima no reprimida. Las miradas se encontraban para hacerse cómplices ahí en donde las palabras no tienen lugar. Corazones llenos desbordando vida.

Amores, amigos, ayeres, andares ¿Qué extraños lazos unen con tanta fuerza a esta gente? Pasan las horas, pasan los años pero el cariño queda con la certeza del presente. Pasa también la noche y la luz del día llega sin ser notada.

Llegó también el día del examen al que yo llegué corriendo porque a las seis –en punto– cerraban la puerta del Salón de Exámenes Profesionales, pero a las seis menos dos se libraba, en el estacionamiento, una batalla entre el hombre y la corbata que ganó, como a veces pasa, la corbata.

Una madre, orgullosa y feliz, se paseaba nerviosa por el inmutable piso de basalto que escupiera el Xitle, en tanto, el examinado repasaba (en la mente) su presentación, confiado de haberla practicado unos minutos antes. Los amigos aguardábamos impacientes el tan ansiado examen pues todos lo habíamos sufrido con Taz.

Tras entrar al Salón se cerró la puerta, se apagó el aire y ¡Se pasmó el videoproyector! No así mi buen amigo quien, resignadamente y muy a su pesar, presentó su tesis clara y brevemente, haciendo gala de la experiencia adquirida durante sus años como profesor de bachillerato.

El examen transcurrió, como todos los exámenes, bajo el protocolo universitario y, como casi nunca, con la franqueza de un examinado que daba respuesta a cada pregunta asumiendo el proceso como lo que es: un rito de paso que, aunque trascendental no dejaba de ser exactamente eso... pasajero.

¿El tema? Patentes sobre el ácido acetilsalicílico (vulgarmente conocido como aspirina) que, aunque para Taz no significaba ni le decía nada sobre su carrera, excepto claro el medio para titularse, a mi me recordó mis años en la facultad cuando cada fin de semestre me empacaba de un jalón tres, cuatro o hasta cinco de esas pastillitas y otras. Con el tiempo me enteré que, tratándose de la aspirina una mayor dosis no significa, necesariamente, mejores resultados.

Después de que se hubo aclarado la diferencia entre innovación y tecnología, mi amigo fue aprobado por unanimidad y por gracia divina pero mientras explicaba la curva tiempo vs innovación tecnológica me pareció que explicaba también su propia vida o simplemente a la vida toda y a sus diferentes aspectos que, me parece, se pueden representar de maravilla con una o varias curvas sigmoideas.

Lo ideal, pienso yo, es que a lo largo de la vida seamos capaces de vivir –intensamente– varias curvas de esas y antes de que una decline empezar a vivir la siguiente y así un iniciar constante, siempre diferente, con cada relación y en cada acción que decidamos emprender sin importar la circunstancia ni el lugar.

Si se piensa la vida como una sola graaaan curva sigmoidea compuesta a su vez de varias más pequeñas y dividida la una en cuatro fases podría pensar que mi amigo Mau se encuentra al inicio de la segunda fase haciendo, ahora si, lo que le hace feliz y espero que, a partir de su viaje a Francia (y con todo lo que venga), entre con fuerza en esa tercera etapa que él mismo denominó “madurez” y en donde, por fin, nos regale al mundo eso que sólo él puede darnos: El fruto de una vida vivida desde la trinchera, mezclando a ratos la ciencia con la filosofía y a veces el juego con la literatura.

[Pausa – Suspiro y veo el reloj: las seis]

Hace también casi doce años un grupo de olvidados intentó sacudirse el olvido y su desagradable [d]olor, entonces se levantaron en armas, mejor dicho se levantaron en almas, levantaron la voz y levantaron la pluma para jamás soltarla. “El olvido está lleno de memoria” escribió un poeta y porque la memoria duele se les ha ignorado, se les ha hecho a un lado. Ellos, los marginados este mes, una vez más, han hablado pero ahora son menos lo que escuchan.

Cuando visité Chiapas, la primera vez, yo tenía dieciséis años y pasé unas semanas en una comunidad de la sierra por donde Dios no ha pasado nunca, ni la electricidad, ni tantas otras cosas. Ahí conocí –también por accidente– gente amable, gente sencilla que nos abrió las puertas de sus modestas casas y nos alimentaron (el cuerpo y el alma). Nosotros, ilusamente, pensábamos que les llevábamos ayuda pero, al final, ganamos más con ellos que ellos con nuestro trabajo.

Y sin hablar su lengua ni ellos la mía, jugué sus juegos y canté sus canciones, anduve sus caminos, bebí café y bebí pozol de una misma jícara de la que bebimos todos (ellos y nosotros), eché las tortillas en sus comales y cargué a sus hijos pero lo que no esperé nunca fue toparme, al verles de frente, con la transparencia de sus miradas.

Dicen, que los ojos son el reflejo del alma y del corazón... aquellas miradas-corazones eran limpias, tristes y a un tiempo alegres, sinceras, sin temores ni rencores y entonces recordé lo que me dijo un rarámuri (hace siete años pero en otra sierra): nosotros siempre caminamos descalzos, aún cuando haya nieve, pero si necesitamos bajar a las ciudades de los blancos lo hacemos con sandalias para no contaminarnos al pisar su suelo porque sus corazones están enfermos. Las mismas miradas encontré en el norte más septentrional que en el sur más austral, nunca en mi ciudad.

Después de enero del ’94 mis padres no me permitieron regresar a Chiapas pero ahora puedo hacerlo y puedo decir, también, que tras cada rostro encapuchado me topo de nuevo con las mismas miradas transparentes...

...nada ha cambiado desde entonces. Nada ha cambiado, aún, la curva sigmoidea del EZLN empieza a subir.

Hoy y siempre, podremos escoger entre ver pasar la historia y que otros nos la cuenten (como cuando ves llover sin haber sentido, nunca, el frío en tus pies, a media noche, adentro de un charco y tener que dormir así) o elegir ser parte de ella.

La Blanche
México, D.F.
Segunda quincena de Junio de 2005.


NOTA de febrero, 2011: Taz volvió

En aquél tiempo

In Illo tempore (en aquél tiempo)


Hubo un tiempo
no mejor, sólo anterior
en que solía pensar (tantas cosas)
yo pensaba (y hasta me atrevía a decir)
pensaba y decía
que jamás usaría un celular.

Pero mi madre, mi buena madre
(preocupada por los andares de la hija)
un día me obsequió uno
no muy grande,
no muy chico
pero celular.

Entonces, me enojé,
lo guardé, lo saqué,
lo encendí, lo usé
y lo usé
y lo usé
hasta que un día
lo perdí
¿se perdió o lo perdí?
¡Qué más da!
Ahora tengo otro
del que ya no reniego
y sin embargo creo
creo y callo...

“Que el hombre cada vez se ubica más lejos del hombre; que ya no vive, sobrevive y para no ahogarse en llanto de soledad y angustiante abandono, asegura el celular al cinto”

Y a veces me pregunto,
no será, que tal vez,
sólo tal vez...
“Los inventos del hombre para acercar a los hombres sólo logran separarlos más”
[ad hominem (contra el hombre)]

Ahora “soy del movimiento”
de los que se tragan sus palabras.
Por segunda vez perdí mi teléfono
y por segunda vez
lo sustituí.
[abusus non tollit usum (el abuso no quita el uso)]


Blanche
Octubre de 2004.

Azul profundo

AZUL PROFUNDO... no tiene nada que ver con la película que protagonizó Patricia Llaca ni con el hit musical de Cristian Castro, no, así era el color del cielo que vi ayer, bueno en realidad no se si era “exactamente así” pero no tengo palabras para describir la belleza de “ese cielo” a las 8:26 p.m. cuando caminaba por el fraccionamiento. En toda mi vida no había visto cielo más hermoso, más grande y más profundo, estaba salpicado con unos cuantos brillantes luceros, pero sólo con unos cuantos (la medida exacta para que su inmensidad no se sintiera pesada) e imagino que constantemente tenemos la oportunidad de extasiarnos con imágenes como esa o como la de los arcoiris de la otra mañana, pero no las vemos porque siempre caminamos cabizbajos, como si buscáramos sobre el suelo, o debajo de él, algo perdido (¿a nosotros mismos?) cuando en realidad perdemos la mirada en el asfalto ¡habiendo tanto que ver hacia arriba! O ya de perdida, para aquellos que sufren de miedo a las alturas, por lo menos veamos al lado, sí, al lado, aunque sea con el rabito del ojo como solían decir las abuelas. A nuestro lado camina gente, personitas a quienes ni siquiera somos capaces de ver a los ojos (en toda su grandeza) mucho menos se diga regalarles una sonrisa o un “buenos días”, “pase usted” (ni que fuéramos payasos, me dirán… ojalá, diría yo). Pero ¿Por qué digo esto? En primer lugar por cursi y en segundo porque ayer no sólo vi un hermoso cielo coronado con el canto de un grillo que se instaló en la maceta de la entrada sino porque en la mañana, mientras caminaba el camino que recorro todos los días (quizá con los mismos pasos) escuché un ligeramente lejano ¡hoooooolaaaaaaa! ¿De dónde venía ese sonido? La palabra me era conocida pero en realidad no estoy acostumbrada a escuchar un ¡hoooooolaaaaaaa! así, de la nada ¿Quién lo está en un mundo como el nuestro? De nuevo se escuchó el ¡hoooooolaaaaaaa! y por un momento estuve a punto de continuar mi camino y no pelar pero no pude, me detuve ¡Oh! Pecado detener mi andar cuando el tiempo es oro y más aún por un ¡hoooooolaaaaaaa! desconocido... pero me vale el tiempo así que me detuve y busqué el origen de esa voz. Quienes conocen recordarán que de subida rumbo a casa de mis padres, justo antes del crucero, a lado izquierdo, hay una barranca otrora limpia ahora llena de agua jabonosa (y olorosa en tiempo de lluvias) así como llena de otras cosas desconocidas en donde alguna vez cayó más de uno en aquellas excursiones y juegos de la infancia. Bueno pues, dejando la infancia –por un momento– continúo, decía que caminaba cerca de esa barranca, porque me gusta pisar las hojas secas que caen del único encino en la acera, cuando me detuve a buscar esa voz y encontré, tras una ventana, a una personita no mayor de 10 años acompañado de quien llamaremos cariñosamente “su nana”. Al ver a ese niño con su nana, de pie frente a la ventana y agitando su mano al tiempo que me obsequiaba una gran e inolvidable sonrisa no pude más que corresponder con otra mientras agitaba mi mano, quise a mi vez externar también un ¡hoooooolaaaaaaa! Pero como siempre algo tenía que reprimirme a mi misma, así que me lo guardé para compartirlo, de algún modo, con ustedes. Esta necesidad mía de escribir lo que no expreso en el lugar y en el momento adecuados quizá les quite a ustedes más tiempo que dinero pero, en el fondo, espero que también les brinde un rato sino agradable por lo menos no común. La imagen de ese niño en la ventana me recordó un libro de Agatha Christie que leí a los doce cuando mi deseo en la vida era ser escritora de novelas de misterio. Ahora no recuerdo el título de tal libro ni soy escritora de novelas de misterio, pero en las primeras imágenes de la narración aparecía el personaje de un niño en silla de ruedas cuyo pasatiempo era observar tras la ventana todo lo que ocurría afuera, en ese mundo al que sólo podía tener acceso con ayuda de la imaginación y de unos binoculares. Como ven todo me ha puesto contenta, el ¡hoooooolaaaaaaa!, recordar momentos de mis juegos y deseos de la infancia, el cielo, el canto del grillo y entonces me dieron unas inmensas ganas de agradecer públicamente a mis grandes amigos y amigas de la infancia y en la infancia (que no es lo mismo)…

… al Soru (Abraham), Unda (Alex), Romanok (Andrés), Ceso (Ana), las todtugas (Karly, Madis, Roxy y Cloe), Rush (Rocío), Chubis (Jesús), Nany (Martín), la Burris (Lau), Itzelita, Ale Riva, Mafer y por supuesto a mis hermanos, primos y ahora a mis dos amados sobrinos el Goro y la Mostra.



“No somos sino niños más viejos…”
Lewis Carroll “Al otro lado del espejo”


BLANCHIS
Febrero de 2005

Anteojos

Anteojos, gafas, antiparras, lentes,gemelos, impertinentes, quevedos, espejuelos... El nombre es lo de menos.


¿Los ojos?
Por los ojos el Bien y el Mal nos llegan.
La luz del alma en ellos nos da luces que ciegan.
Ojos que nada ven, almas que nada entregan.
–Carlos Pellicer–

¿Quién de pequeño no jugó a los "cieguitos" o a la "gallina ciega" con sus amigos, hermanos o primos? ¿Quién no escondía alguno de sus brazos bajo el suéter o la sudadera para "imaginar" que era manco? Tan sólo el pasado mes de diciembre, mi sobrino y yo jugamos a "manejar" la silla de ruedas de mi abuela. Cuando uno tiene la fortuna de ver, de moverse, de caminar no puede dejar de pensar cómo sería el mundo, nuestra vida, si "algo" nos faltara y de todas las carencias la ceguera es, para mi, la más difícil de todas. Los ojos son, para quienes vemos, nuestro primer contacto con lo que sea y con quien sea, a partir de lo que vemos es la "primera impresión" que vamos a recordar (aunque también es cierto que lo que vemos y oímos depende mucho de dónde estemos y también de la clase de persona que seamos). El panorama que percibimos a través de los ojos influye, incluso, en lo que sentimos ycuando hablo de ceguera hablo también de que hay muchos tipos: la ceguera por nacimiento, la ceguera por accidente, la ceguera por enfermedad, las enfermedades de la vista, la falta de visión que viene con la edad y la ceguera de quien no ve lo que no quiere[1].

¿Por qué ahora me da por hablar de ciegos y ojos? Porque ayer me entregaron los lentes que, a partir de ahora, "necesito utilizar" según me han dicho porque necesito cuidar mis ojos y ¡SI! mis ojos, mis manos y mi salud son lo más valioso que tengo y son míos hasta el día que yo muera (cuando ojalá sean aprovechados a tiempo por alguien más) por eso los he de cuidar, pero usar espejuelos es como ver el mundo a través de una ventana... Hasta ahora ver a mis amigos y familiares con lentes no importaba, parece que los he conocido así siempre, pero verme a mi con lentes es una sensación extraña. Si, quizá exagero –dirán– pero aunque a todo se acostumbre uno, acostumbrarse a lo que sea es un proceso casi nunca instantáneo. “Sólo tendrá que usarlos cuando lea, cuando trabaje en la computadora, cuando vea la tele y cuando vaya al cine” comentó el oculista. Veamos, si de las 24 horas que tiene un día normal y, más o menos, 18 permanezco despierta... haciendo cuentas paso entre seis y siete sentada frente a un monitor (y ni qué decir del sufrimiento de mi espalda y de mis sentaderas), quedan doce, de las cuales en promedio cinco empleo para leer (en el baño, en el micro, en la cama...) me quedan seis para "descansar" de las gafas, pero si ese día voy a ver una película o el noticiero de la noche ya son dos o tres horas menos de descanso. Al final parece que, según esto, tendré que usar las gafas tooodo el día y no, en realidad no tengo nada contra los anteojos (y muchísimo menos contra quines los usan) es tan solo que me siento rara... nunca los había usado.

Indudablemente lo que "la ciencia" hace hoy con los lentes de aumento y con la ligereza de los materiales para hacer los armazones es increíble, ya no se trata de esos primeros lentes "de fondo de botella" y cada día más se resuelven problemas graves de visión en niños y adultos, insisto: ¡Qué maravilla! Y tal vez sea que me duele más pesar que "el tiempo me alcanza" que necesito ayuda para ver el mundo que antes disfrutaba sin "intermediarios" y aunque 28 años no son (todavía) tantos hacen que los 74 (la esperanza de vida promedio de los mexicanos hoy día) se vean menos lejanos[2] (¿será el efecto de los lentes de "aumento") y quiero seguir viendo los atardeceres, quiero seguir leyendo novelas y libros de historia, quiero seguir observando rostros... por eso necesito usar "quevedos" aunque como dijera el célebre Campoamor "en este mundo traidor nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira" y ahora yo tengo mis propios cristales.

Por eso los pongo al tanto: Ya son 24 horas desde que los empecé usar y desde el primer momento no faltaron "los comentarios": se te ven bien, se te ven raros, te ves muy grande, quizá si los espejuelos fueran más chicos, ¿por qué no pides que los recorten?, la forma no te favorece, y la lista sigue... Así que mientras yo vea y crea que usar lentes me ayuda disculpen si hago mueca o caso omiso a sus comentarios, quizá sea que "ese comentario por mi bien" ya me lo han dicho mucho en las últimas horas y mejor si no dicen nada, con o sin lentes sigo siendo la misma mula necia adorable de siempre.

Y quiero terminar citando al pintor colombiano Fernando Botero: "Si uno mira a una persona en realidad nunca mira a una persona sino a sus ojos. Si quiero ver a la persona tengo que pedirle que cierre los ojos, de lo contrario la atracción de los ojos es tan grande que es lo único que veré".

Nos vemos...
La Blanche.
Diciembre de 2004

[1] "Por qué nos hemos quedado ciegos, No lo sé, quizá un día lleguemos a saber la razón, Quieres que te diga lo que estoy pensando, Dime, Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, Ciegos que ven, Ciegos que, viendo, no ven." –José Saramago, Ensayo sobre la ceguera–
[2] Como dijera Simone de Beauvoir "La vejez es la reducción del tiempo, la falta de un futuro".

miércoles, 9 de febrero de 2011

Abue Catita

Ya todos conocen esa mi –mala– costumbre de andar por la vida y por la web, con mis penas y alegrías a cuestas, pues bien, esta vez les escribo porque se cierra un ciclo muy importante en mi vida con la reciente pérdida de mi abue Cata quien no fue cualquier abuela, no, fue una mujer maravillosa, pilar (como muchas mujeres) de una gran familia y figura clave en mi vida, si, de esas que dan cimiento a la Blanca soy ahora…


Febrero de 1918, nace en Zirándaro, Guerrero, Catalina Ramírez Cadena, esposa fiel de don Alfonso Flores Carranza y madre de siete hijos: Aurora, Galdino, Jorge, Delfina, Norma Hilda, Gloria y Salvador. Todos ellos hombres y mujeres de bien.
A sus 87 años, doña Cata llegó a tener un total de 24 nietos y 16 bisnietos. Le sobreviven, también, su amada sobrina Lety y Poncho, quienes llegaron a ser para ella una hija y otro nieto.
De piel morena, larga y abundante cabellera (que todos los días trenzaba), de carácter firme y alma noble, esa era mi abuela. Hace mucho que extraño, además de su voz, su atole de arroz y ese otro de pinole con ciruelas secas, sus caldos de pescado y la pulpa de tamarindo con que nos deleitaba a los nietos.
De una u otra forma, ella fue el origen de mi propia existencia que estará ligada siempre a esta tierra, pero aunque su cuerpo nos abandone me queda su aroma y muchos recuerdos: Ranitas amarradas a un cordón, el agua fresca de la cántara; Navidades con “casa llena”, largas mesas y pasillos llenos de camas por las noches y llenos de vida durante el día; el “cuarto verde” del fondo, ese al que nos estaba prohibido entrar, lleno de santos y de misterio; Sábados de Gloria con mucha agua, veranos en el río, risas y caídas alrededor de las hamacas, piquetes de alacranes y de mosquitos, tamales dulces y chorizo, “bolis” y mangos verdes… tantos recuerdos que nacen con Cata pero que no se van con ella.

Madre tenaz
Franciscana devota
Abuela adorada

¡Que mi llanto inunde el Balsas este día pero que tu alma no trunque su viaje! Vete tranquila “mi chula”, encuentra la paz y el descanso eterno. Tu labor aquí terminó, nos toca el tiempo de seguir tu ejemplo.

La próxima vez que entre en tu casa, abuela, me vas a hacer falta… Me acostumbré a tu callada presencia ¿Me acostumbraré, también, a tu inevitable ausencia?

¡Te quiero mucho abue Catita!

“La Blanquis… tu Blanquis”

Abril 13 de 2005, Coyuca de Catalán, Guerrero.

De vuelta al camino

Cuando uno no pone atención a veces puede salirse del camino o desviarse cuando tiene una meta no lo suficientemente grande como para nunca perderla de vista. Salirse del camino a veces no es tan grave, pero a veces uno atropella sueños, personas, oportunidades y lo peor que te pasar es que termines perdido. Eso me pasó a mi, me perdí y me costó un poco encontrar el camino de regreso, el último letrero que me ayudó a llegar fue uno que decía "Bienvenido a El Territorio", un poblado en la web lleno de 1001 cosas, pueden visitarlo haciendo click en el enlace http://www.elterritorio.org/principal, ahí vive un querido amigo que me dio eso que llamamos "el último empujoncito", así en diminutivo como decimos los mexicanitos.

Y aqui estoy de vuelta, retomando uno de los oficios más viejos de la humanidad: el de textoservidora ¿pues qué estaban pensando? Tal vez no sea el más viejo de los oficios pero sí uno de los que nunca pasan de moda.

Mi ausencia en la red no quiere decir que haya dejado de escribir, sólo significa que dejé de publicar, por eso retomo este espacio subiendo viejos escritos para emparejarme y porque estamos en el mes de febrero, el primero de ellos es uno que escribí a la memoria de mi abuela quién nació un mes como éste pero de 1918...

Gracias Mortaned por la inspiración.
Gracias a quien seas tú que estás leyendo esto.
Gracias a Dios, al mío al tuyo al de todos no importa cómo lo llamemos.